En el corazón de Ciudad Guzmán, Jalisco, se erige una de las construcciones más antiguas y emblemáticas del municipio: la iglesia de El Sagrario, también conocida como templo del Sagrado Corazón. Esta edificación no solo representa una joya del patrimonio arquitectónico y religioso de la región, sino también un símbolo de la fe y la tenacidad de sus habitantes a lo largo de los siglos.
La historia del templo se remonta a 1534, cuando el franciscano Fray Juan de Padilla comenzó a edificar el templo mayor, conocido hoy como El Sagrario. Este fraile llegó al valle de Zapotlán con la intención de fundar un convento, misión que logró concretar en 1535 con el apoyo moral y económico del primer virrey de la Nueva España, Don Antonio de Mendoza. La construcción se inició gracias al desprendimiento y compromiso de Fray Juan, quien destinó para ello una suma que el rey le había otorgado por cédula real el 14 de junio de 1533, originalmente destinada para su vestimenta y necesidades personales.
Una vez agotados sus recursos, Fray Juan emprendió una travesía por las poblaciones de Amacueca, Sayula, Atoyac, Techaluta y Usmajac, buscando el apoyo de estas comunidades para continuar con la obra. Gracias a la cooperación de estas doctrinas, fue posible concluir lo que se convertiría en una obra monumental del siglo XVI, edificada con mano de obra indígena dirigida por el propio fraile.
El templo original, de grandes dimensiones, llegaba hasta donde hoy se encuentra la banqueta. Sin embargo, en 1806, mientras se celebraba una misa, un fuerte sismo provocó el derrumbe parcial del edificio. Muchas personas perdieron la vida, aunque se cuenta que el sacerdote sobrevivió al encontrarse en el púlpito. A raíz de esta tragedia, el templo fue reconstruido, aunque con una dimensión menor a la original, dando forma al edificio que conocemos en la actualidad.
El Sagrario destaca por su planta arquitectónica en forma de cruz griega y por ser uno de los pocos ejemplos de estilo herreriano en México, estilo inspirado en El Escorial, una de las edificaciones más representativas de España. Su fachada principal y su portada posterior muestran elementos notables del barroco colonial jalisciense, siendo su antigua sacristía y su capilla expiatoria ejemplos únicos que han sobrevivido al paso del tiempo.
En su interior se encuentra un hermoso retablo de cantera sobredorado en oro, que sigue siendo objeto de admiración. Además, El Sagrario resguarda las reliquias de San Tranquilino Ubiarco, mártir zapotlense de la Guerra Cristera (1926-1929), cuyo legado de fe ha marcado profundamente la historia religiosa de la región.
Hoy, El Sagrario no solo es un templo de culto, sino un símbolo de identidad para los zapotlenses, testimonio de la espiritualidad, la historia y el arte que han dado forma a la ciudad desde sus orígenes. Su historia continúa viva, inspirando a las nuevas generaciones a valorar y conservar el patrimonio que los une con su pasado.